Por Ricardo López*
C
on una barba que le llegaba al pecho y una figura esquelética, aquel hombre desfigurado pronunciaba incansablemente un solo número 5214497. Su mirada se perdía en el techo del Hospital Samuel Darío Maldonado en Valencia.
Una enfermera, sumida en su rutina robótica, decidió marcar ese número por casualidad, a pesar de tener que hacerlo en orden alfabético según los códigos de los estados de Venezuela.
Al otro lado de la línea, una voz masculina respondió confundida ante la inesperada llamada. La enfermera explicó la situación: trasladarían a ese enigmático paciente al Hospital Psiquiátrico de Bárbula, ya que carecía de documentos de identidad y no pronunciaba palabras coherentes. Su destino era incierto.
Ese hombre era Argenis Gutiérrez. Aquella mañana, al despertar, recordó un sueño en el que caminaba por la avenida 23 de enero de Puerto Ayacucho y encontraba billetes de 500 bolívares en cada esquina. Mientras saboreaba su café con panela, el teléfono interrumpió su paz.
Eran las 7:00 de la mañana y en la radio sonaba un programa de noticias. En un pueblo donde la monotonía era la norma, la noticia del regreso de Chara tras dos meses de desaparición conmocionó a todos.
Se decía que se había fugado con una amante tras un accidente en la vía Barquisimeto-Valencia.
Las predicciones de las Echadoras de Cartas Profesionales habían sido acertadas. Chara había vuelto, resucitando en medio de la incertidumbre.
La búsqueda de Chara había movilizado a amigos, enemigos, sacerdotes y brujos. Pero era Macha, su compadre, quien recorría hospitales y calles incansablemente en su búsqueda. Casi logró encontrarlo, pero cuando llegó al lugar donde supuestamente estaba, ya había sido trasladado.
Cuando Argenis dio la noticia a la familia de Chara, la casa se iluminó. Pájaros azules inundaron el hogar con su melodía, mientras una mariposa de colores tenues y brillantes revoloteaba, deslumbrando a todos con su belleza. Chara había nacido nuevamente.
*Escritor y Poeta

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