Por Ricardo López
En el río del cerro del Yapacana en Venezuela vivía un pez dorado llamado Lucas que se hizo amigo de todas las criaturas del río. Pero pronto empezó a notar que muchos de sus compañeros desaparecían.
Descubrió que la minería ilegal estaba envenenando el río con mercurio y matando a todos los seres vivos. Lucas sabía que tenía que hacer algo para escapar de la muerte, pero no sabía cómo.
Una noche, el pequeño Luquita vio una estatua de un príncipe brillando bajo la luz de la luna en lo alto de una colina cercana. Intrigado, el niño pez fue a investigar y encontró al espíritu del príncipe atrapado en la estatua. Le contó la triste historia del río y el príncipe decidió ayudarlo.
El príncipe le regaló su espada hecha de topacio puro y le ordenó que cortara un pequeño canal que conectara el río con un riachuelo cercano. El pez obedeció y, con la ayuda de la espada, logró escapar del río envenenado y emprender un largo viaje hacia un lugar seguro.
El pez dorado, con la espada del príncipe en su aleta, viajó a través de ríos y arroyos, atravesando montañas y valles, hasta llegar al mar y encontrar un hogar seguro. La leyenda del príncipe y su espada se convirtió en una historia que todos los animales del río contaban a sus hijos y nietos.
Aunque el río del cerro del Yapacana seguía envenenado, el pez dorado y el príncipe habían demostrado que, con amor y coraje, se podía escapar de la muerte. Y así, la leyenda del pez dorado con la espada del príncipe inspiró a otros a luchar por un futuro mejor y más seguro para el río y todas sus criaturas.

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